CAMBIO CLIMÁTICO AMENAZA GEOPOLÍTICA MUNDIAL
El deshielo a consecuencia del cambio climático va a cambiar la geografía del planeta, por eso las grandes potencias ya están estructurando su geopolítica del deshielo.
El presidente de EE. UU., Donald Trump,
es un buen ejemplo de pensamiento empresarial que no se deja impresionar por el
cambio climático. Famosas son sus declaraciones con tono de burla en Twitter
que ha realizado en repetidas ocasiones. Acciones que no se limitan a
comentarios de tono jocoso, sino que, como ya señalamos, se retiró de los
Acuerdos de París de 2017, siendo el único país en el mundo fuera de dicho
tratado.
Sin embargo, recientemente se supo que
Trump tiene la intención de comprar la fría región de Groenlandia, que
pertenece a Dinamarca. ¿Qué interés reviste Groenlandia para EE. UU. si es una
región vastísima de más de 2 millones de kilómetros cuadrados -mayor que
Alaska- de los cuales el 80% está cubierto de hielo y cuya población no llega
ni a los 60.000 habitantes? Además, la isla es una pequeña economía primaria
–pesca y agricultura principalmente– y sus habitantes viven fuertemente
subsidiados, de tal forma que el 60% de su presupuesto anual lo reciben de
Dinamarca. Entonces, ¿por qué es importante? Precisamente por la razón que
Trump niega: su valor reside en el hecho de que se descongele. Porque si su
corteza helada desaparece, los recursos minerales raros que contiene –muy
valiosos para la industria del automóvil eléctrico– serán explotables. Además,
está su situación estratégica, de gran cercanía con el Ártico: si se deshiela
será un sitio clave para abrir nuevas rutas de comercio mundiales.
En este sentido, las estrategias
geopolíticas de las potencias mundiales ya se han puesto en marcha. No es que
las grandes potencias estén preocupadas por frenar el calentamiento global y
salvar el Ártico del deshielo, sino que ya trabajan en escenarios de
confrontación por estos nuevos territorios y pasos comerciales en escenarios
donde el hielo está desapareciendo.
Se puede hablar entonces, propiamente,
de una geopolítica del deshielo. Tres grandes potencias compiten por ganar
influencia y control de este nuevo océano por derretir: EE. UU., Rusia y China.
Los dos primeros tienen acceso directo al Ártico, China no, pero el hecho de
que haya intentado comprar a Dinamarca una vieja base naval abandonada situada
en Groenlandia, sumado al intento de construcción de tres aeropuertos, dan
buena cuenta de ello: el objetivo de China es crear su propia «ruta de la seda
polar».
En términos estrictamente comerciales, Dinamarca se ha negado a vender Groenlandia, pero esta región, la menos densamente poblada de la Tierra –a excepción de la Antártida–, paradójicamente se siente abandonada por su país anfitrión, que además ha mostrado problemas para financiarla. Así pues, probablemente la estrategia de otras potencias no pase tanto por comprar la tierra como por comprar a sus gentes, sobornar a sus habitantes, algo que sería barato teniendo en cuenta su escaso número. Probablemente sea sencillo: pueden mediante subvenciones mover la voluntad de los groenlandeses para cerrar acuerdos comerciales interesantes para otras potencias; y éstos lo pueden hacer al gozar de un notable grado de autonomía política.
En términos estrictamente comerciales, Dinamarca se ha negado a vender Groenlandia, pero esta región, la menos densamente poblada de la Tierra –a excepción de la Antártida–, paradójicamente se siente abandonada por su país anfitrión, que además ha mostrado problemas para financiarla. Así pues, probablemente la estrategia de otras potencias no pase tanto por comprar la tierra como por comprar a sus gentes, sobornar a sus habitantes, algo que sería barato teniendo en cuenta su escaso número. Probablemente sea sencillo: pueden mediante subvenciones mover la voluntad de los groenlandeses para cerrar acuerdos comerciales interesantes para otras potencias; y éstos lo pueden hacer al gozar de un notable grado de autonomía política.
El coronel del Ejército español Pedro Baños, en su libro El dominio mundial (Ariel, 2018), explica que el Ártico alberga una gran cantidad de recursos energéticos. El autor señala cómo, según el Servicio de Inspección Geológica de EE UU, se cree que la zona alberga el 30% de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural y el 13% de las de petróleo. Teniendo esto en cuenta, veamos las diferentes posturas en la pugna por las oportunidades que traerá la nueva economía del deshielo polar.
Como hemos visto, la postura
estadounidense en el Ártico pasa por Groenlandia y la apertura de nuevas rutas,
pero es posible que su principal potencia contrincante, Rusia, esté, si cabe,
más avanzada en este sentido. Los días 9 y 10 de abril de 2019 se celebró en
Rusia la 5ª edición del Foro Internacional Ártico. Los países asistentes,
Rusia, Finlandia, Noruega, Islandia y Suecia, consideran la región un «océano
de oportunidades», y a este foro acudieron 300 empresas rusas y 46 extranjeras,
lo cual muestra la preeminencia de los intereses del país anfitrión en la
cumbre. El plan de Rusia para el Ártico pasa por la cooperación pública y
privada con un doble objetivo: la creación de una nueva ruta marítima y la
explotación de nuevos recursos naturales. Su presidente, Vladimir Putin,
manifestó asimismo la intención de renovar su flota de buques rompehielos, de
tal forma que espera, para 2035, contar con trece de ellos, de los cuales nueve
serían de propulsión nuclear. Los planes rusos están considerando también la
construcción diversas centrales nucleares de baja potencia para abastecer los
futuros proyectos árticos.
Los rusos, pues, cuentan ya con
proyectos muy concretos. Fruto de la mencionada cumbre, se firmaron más de 30
de ellos para promover los intereses de dicha potencia en la región. Según se
recoge en diferentes estudios, la velocidad de calentamiento del Ártico es
cuatro veces superior a la del resto del planeta. Este fenómeno podría
traducirse en un punto de ruptura o cascada, a partir del cual el hielo podrá
ser fácilmente quebrado por grandes barcos. Tampoco China quiere quedarse al margen
de esta nueva batalla, teniendo en cuenta su marcado interés de ganar peso
específico en el mundo actual. El gigante asiático, que queda sensiblemente más
lejos que sus otros dos contrincantes, tiene sobre todo un interés en el tema
de las rutas árticas.
Siguiendo el mencionado trabajo de Pedro
Baños, descubrimos que China presentó a principios de 2018 un documento
titulado Política de China para el Ártico. La misma consiste fundamentalmente
en la construcción de infraestructuras de apoyo para posibilitar los primeros
viajes comerciales de prueba. El interés asiático en esta ruta es evidente:
surcar el Ártico, por ejemplo, entre la ruta Shanghái-Nueva York acortaría el
trayecto en unos 3.700 km, lo que puede traducirse en una semana de ahorro de
tiempo. Con todo, estas rutas producidas por el deshielo se espera que solo
estén transitables un par de meses al año en torno al 2030. De seguir el
calentamiento global, en 2040 serán tres meses los que se pueda navegar por
ellas.
No obstante, el coste económico es
asumible, y a medida que avance el deshielo, se esperan aún mayores tiempos de
navegación. Por otra parte, también China está haciendo acopio de buques
rompehielos, como el MV Xue Long –Dragón de Nieve–, que tratarán de mantener
esas rutas abiertas. Y puesto que el gigante asiático también quiere participar
en el reparto de materias primas sin entrar, en principio, en enfrentamientos
militares, lo hará desde la cooperación empresarial con los países árticos que
cuentan con derechos exclusivos sobre la mayor parte de los recursos
existentes.
Fuente: Espacio Misterio
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