LA GUERRA SECRETA POR EL ÁRTICO

Las estrategias geopolíticas sobre el Ártico de las potencias mundiales ya se han puesto en marcha. 



No es que las grandes potencias estén preocupadas por frenar el calentamiento global y salvar el Ártico del deshielo, sino que ya trabajan en escenarios de confrontación por este y otros territorios, en lo que es una guerra secreta del cambio climático.


Las estrategias geopolíticas sobre el Ártico de las potencias mundiales ya se han puesto en marcha. No es que las grandes potencias estén preocupadas por frenar el calentamiento global y salvar el Ártico del deshielo, sino que ya trabajan en escenarios de confrontación por estos nuevos territorios y pasos comerciales en escenarios donde el hielo está desapareciendo. Se puede hablar entonces, propiamente, de una geopolítica del deshielo; la gran guerra secreta del cambio climático.

Tres grandes potencias compiten por ganar influencia y control de este nuevo océano por derretir: EE UU, Rusia y China. Los dos primeros tienen acceso directo al Ártico, China no, pero el hecho de que haya intentado comprar a Dinamarca una vieja base naval abandonada situada en Groenlandia, sumado al intento de construcción de tres aeropuertos, dan buena cuenta de ello: el objetivo de China es crear su propia «ruta de la seda polar».

La zona alberga el 30% de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural y el 13% de las de petróleo; en términos estrictamente comerciales, Dinamarca se ha negado a vender Groenlandia, pero esta región, la menos densamente poblada de la Tierra –a excepción de la Antártida–, paradójicamente se siente abandonada por su país anfitrión, que además ha mostrado problemas para financiarla. Así pues, probablemente la estrategia de otras potencias no pase tanto por comprar la tierra como por comprar a sus gentes, sobornar a sus habitantes, algo que sería barato teniendo en cuenta su escaso número. 

Probablemente sea sencillo: pueden mediante subvenciones mover la voluntad de los groenlandeses para cerrar acuerdos comerciales interesantes para otras potencias; y éstos lo pueden hacer al gozar de un notable grado de autonomía política. El coronel del Ejército español Pedro Baños, en su libro El dominio mundial (Ariel, 2018), explica que el Ártico alberga una gran cantidad de recursos energéticos. El autor señala cómo, según el Servicio de Inspección Geológica de EE.UU, se cree que la zona alberga el 30% de las reservas mundiales no descubiertas de gas natural y el 13% de las de petróleo. Teniendo esto en cuenta, veamos las diferentes posturas en la pugna por las oportunidades que traerá la nueva economía del deshielo polar.

Como hemos visto, la postura estadounidense en el Ártico pasa por Groenlandia y la apertura de nuevas rutas, pero es posible que su principal potencia contrincante, Rusia, esté, si cabe, más avanzada en este sentido. Los días 9 y 10 de abril de 2019 se celebró en Rusia la 5ª edición del Foro Internacional Ártico. Los países asistentes, Rusia, Finlandia, Noruega, Islandia y Suecia, consideran la región un «océano de oportunidades», y a este foro acudieron 300 empresas rusas y 46 extranjeras, lo cual muestra la preeminencia de los intereses del país anfitrión en la cumbre. 

El plan de Rusia para el Ártico pasa por la cooperación pública y privada con un doble objetivo: la creación de una nueva ruta marítima y la explotación de nuevos recursos naturales. Su presidente, Vladimir Putin, manifestó asimismo la intención de renovar su flota de buques rompehielos, de tal forma que espera, para 2035, contar con trece de ellos, de los cuales nueve serían de propulsión nuclear. Los planes rusos están considerando también la construcción diversas centrales nucleares de baja potencia para abastecer los futuros proyectos árticos. Los rusos, pues, cuentan ya con proyectos muy concretos. Fruto de la mencionada cumbre, se firmaron más de 30 de ellos para promover los intereses de dicha potencia en la región. Según se recoge en diferentes estudios, la velocidad de calentamiento del Ártico es cuatro veces superior a la del resto del planeta. Este fenómeno podría traducirse en un punto de ruptura o cascada, a partir del cual el hielo podrá ser fácilmente quebrado por grandes barcos.

Rusia está considerando la construcción de centrales nucleares para abastecer los futuros proyectos árticos, China quiere quedarse al margen de esta nueva batalla, teniendo en cuenta su marcado interés de ganar peso específico en el mundo actual. El gigante asiático, que queda sensiblemente más lejos que sus otros dos contrincantes, tiene sobre todo un interés en el tema de las rutas árticas.

Siguiendo el mencionado trabajo de Pedro Baños, descubrimos que China presentó a principios de 2018 un documento titulado Política de China para el Ártico. La misma consiste fundamentalmente en la construcción de infraestructuras de apoyo para posibilitar los primeros viajes comerciales de prueba. El interés asiático en esta ruta es evidente: surcar el Ártico, por ejemplo, entre la ruta Shanghái-Nueva York acortaría el trayecto en unos 3.700 km, lo que puede traducirse en una semana de ahorro de tiempo. Con todo, estas rutas producidas por el cambio climático se espera que solo estén transitables un par de meses al año en torno al 2030. De seguir el calentamiento global, en 2040 serán tres meses los que se pueda navegar por ellas. 

No obstante, el coste económico es asumible, y a medida que avance el deshielo, se esperan aún mayores tiempos de navegación. Por otra parte, también China está haciendo acopio de buques rompehielos, como el MV Xue Long –Dragón de Nieve–, que tratarán de mantener esas rutas abiertas. Y puesto que el gigante asiático también quiere participar en el reparto de materias primas sin entrar, en principio, en enfrentamientos militares, lo hará desde la cooperación empresarial con los países árticos que cuentan con derechos exclusivos sobre la mayor parte de los recursos existentes.


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