LOS JESUITAS Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Francisco I pertenece a una orden, la de los jesuitas, que durante siglos ha estado en el punto de mira de todos. Los han acusado de espías y de intentar instaurar un nuevo orden e incluso de conspirar para acabar con la vida del pontífice responsable de su suspensión.
El 13 de marzo de 2013
el cardenal argentino Jorge Maria Bergoglio se convertía en nuevo Papa con el
nombre de Francisco I y, por primera vez en la historia del papado, el Vicario
de Cristo pertenecía a la Orden de los jesuitas. El vendaval no dejaba de
azotar el Vaticano. A los escándalos de Vatileaks, la pederastia, la corrupción
y la influencia de la masonería durante el mandato de Benedicto XVI, venían a
sumarse entonces las polémicas relacionadas con una Orden cuyo líder es
conocido como "el Papa Negro", organización que en más de una ocasión
mantuvo una guerra abierta con el mismo Vaticano.
Revisando la historia
encontramos que uno de los más enconados detractores de la Orden jesuítica fue
el papa Clemente XIV, en un siglo, el XVIII, en el que la Compañía sería
expulsada de varios países. Este pontífice, cediendo a las presiones de los
gobiernos de Francia y España, promulgó el breve Dominus ac Redemptor, por el
que disolvía la Compañía, que entonces era comandada por Lorenzo Ricci.
Inmersos en la esfera de la conspiración, que perseguirá siempre a los
jesuitas, algunos personajes culparán a sus miembros nada menos que de la
muerte del pontífice "por haber disuelto la Orden de Jesús".
En el siglo XVIII, tras
la supresión de la Orden, ganó fuerza la leyenda masónico-jesuita, cuando se
creyó descubrir que tras los responsables de las intrigas masónicas en Alemania
se hallaban jesuitas que, tras su expulsión, no habían abandonado la lucha y
ocultaban cuidadosamente sus actividades. Ya en el siglo XVII,
algunos protestantes habían asociado a los jesuitas con los Rosacruces, siendo
acusados de haber resucitado la fraternidad para servirse de ella y así poder
introducirse en diversas logias masónicas, hasta el punto de que algunos
masones creyeron entrever en las iniciales S.I. que designaban a los Superiores
Incógnitos –Superiores Incogniti– una alusión a la Societatis Iesus.
En la misma línea, el
autor Friedrich Nicolaï publicaba una obra en 1783 en la que aseguraba que los
jesuitas intentaron tomar la dirección de la masonería en 1685, cuando el
monarca Jacobo II subió al trono inglés. También, algunos periódicos
protestantes sostenían que los jesuitas, hacia 1769, buscaron un refugio en la
masonería para salvar su organización y gran parte de sus inversiones en
Europa. Informaciones que no pueden ser tomadas en serio.
Curiosamente, y
siguiendo el trabajo de Benimeli, la masonería, que había sido condenada por
Clemente XII y Benedicto XIV, halló su máximo defensor en un ex jesuita y
masón, Karl Joseph Michaeler, rector de la Universidad de Innsbruck, que
publicó en 1782 “Para tranquilidad de un católico respecto a la Bula papal
contra la masonería”. Aquello, ni qué decir tiene que avivó aún más el fuego de
la conjura entre los enemigos de la Orden.
Con la llegada del
siglo XIX, surgió la leyenda de que estas expulsiones y su posterior condena
papal habían sido obra de los masones. Aquello llevó a que miembros de la Orden
fueran, por otra parte, los instigadores de muchas publicaciones contra el
mundo masónico en las que, siguiendo la estela del fraude orquestado por LéoTaxil, se vinculaba a la masonería con el satanismo, como fue el caso del texto
del padre Sébastian Louis Meurin, publicado en París en 1893 y titulado La
Franc-maçonnerie Synagogue de Satan. Tras el Concilio Vaticano II, en la
segunda mitad del siglo XX estas acusaciones y reproches mutuos se suavizaron
tras el diálogo establecido por parte de masones de alto grado y algunos
jesuitas de varios países.
Durante siglos, la
Santa Sede se negaba a aceptar en su seno vientos renovados, mientras en sus
entrañas se gestaban todo tipo de complots que terminaron provocando un
auténtico cataclismo en el corazón de la fe católica. Veremos qué nos espera a
partir de ahora.
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